Revolucionaria de la danza del siglo XX

Por Gabriela Jiménez Bernal

El título de líder de la danza moderna se lo ganó con creces. La maestra Martha Graham  (1894-1991) fue y seguirá siendo una de las mejores bailarinas y coreógrafas que ha legado el mundo.

Supo enaltecer el lenguaje del espíritu a través del cuerpo. Lo que ahora resulta común en el gremio dancístico, en su época resultó una gran innovación: incorporó movimientos nunca vistos en este arte, como el arrodillarse, ponerse en cuclillas, desplomarse o levantarse.

Fue ella quien descubrió el control y poder que había en el torso para resolver de manera técnica los problemas de equilibrio de los bailarines. Fue ella quien vio en la pelvis una inagotable fuente de energía. Fue ella quien puso énfasis en la contracción, en la relajación, en las caídas controladas, en los saltos y en el desarrollo de imágenes por medio del movimiento.

Su contexto social y político fue determinante en la formación de su propio estilo (nació en Pennsylvania). La historia señala que en la década de los años treinta, el arte vivió una peculiar transformación, y la danza no fue la excepción. Ella recibió la influencia de la corriente filosófica existencialista y el socialismo.

En ese sentido, los especialistas han dicho que su propuesta fue revolucionaria; fue una mujer que sintió un hambre insaciable de expresar, a través de la danza, la realidad americana y tener un propio estilo, alejado de la ola europea. Muchas temáticas le inquietaban para llevarlas al escenario. Sobresalen los rituales religiosos, la mitología griega, la condición femenina, así como las tragedias poéticas y la sátira.

Nadie imaginaria que este talento de mujer se interesaría en la danza hasta los 22 años de edad. Se formó profesionalmente en el Denishawn, donde de inmediato descubrieron sus capacidades para este arte.  Cuando abandona este recinto, se trasladó a Nueva York, donde destacó como bailarina (en el Greenwich Village Follies)  e instructora (en el Eastman Theater). Desde entonces, nunca paró su actividad hasta 1960, cuando fue su última presentación.

Su dedicación y aporte le valieron muchos reconocimientos. Sobresalen la Medalla Presidencial otorgada por el presidente de Estados Unidos en 1976, el título de “Bailarina del Siglo” otorgado por la revista TIME en 1998 por ser una de las personas más valiosas del siglo XX y el nombramiento de su Compañía como Patrimonio Nacional.

Todo su repertorio fue innovador. Se recuerdan Frontier y Carta al mundo, estrenadas en 1935 y 1940, respectivamente.  Sus trabajos sobre la mitología clásica, como Errand into the Maze (1947), Viaje nocturno (1948), Alcestis (1960), Dedra (1962) y Circe (1963). Mención especial merece uno de sus grandes éxitos Primavera apalache (1944), que demostró su interés por las danza de la India.

Una de sus grandes filosofías era acerca del bailarín. La maestra Graham estaba convencida que no era suficiente la excelencia técnica, sino la avidez del ejecutante, su pasión por la vida, idea que ella misma llevó a la práctica hasta su muerte, ocurrida en 1991, cuando tenía 97 años de edad.